miércoles, 25 de abril de 2012

Tecnologías del crecimiento (I)

Comunicación sorprendente
Carles es un hombre jubilado, que viene desde hace un tiempo a terapia. En algunos aspectos hemos avanzado, pero a veces, me encuentro desorientado por su costumbre (pienso yo) de no escuchar lo que le digo, y de interrumpir. También tiene dificultades de comunicación con otras personas de su entorno.
Empiezo la sesión preguntándole por sus cosas. Después de escuchar durante unos minutos, hago un comentario que es rápidamente interrumpido por él. Pero esta vez me doy cuenta de que el comentario lo he hecho en una voz aguda, con la que intento ser amable. Me viene a la cabeza un estudio según el cual los hombres vamos perdiendo capacidad de escuchar registros agudos, con la edad. Pruebo a reflejar una voz más grave y cavernosa, como la que él hace:
automáticamente, detiene la conversación, me mira confiadamente a los ojos y en su respuesta denota que ha comprendido el comentario. La sesión continúa con una profundidad y suavidad maravillosas, excepto cuando me centro tanto en el contenido de lo que hablamos que me tenso y vuelvo a hacer un tono agudo: por momentos, perdemos la conexión, y la volvemos a encontrar. Si me pongo en su piel, entiendo que debe ser confuso e irritante no entender lo que te están diciendo, y así, puede que yo también interrumpiría y haría lo posible para que pasara pronto ese zumbido molesto, incluso sentiría que mi interlocutor es muy desconsiderado por no expresarse con claridad.

Pero esta vez ha sido diferente, por suerte, y la sesión acaba con una expresión aliviada y alegre de Carles, y una sensación de comunión humana, (fantaseo), en ambos.

De nuevo, las causas y los efectos
Imaginemos que no hubiese llegado nunca a esta conclusión: tendría un gran calentamiento de cabeza, sobre cómo maneja las relaciones esta persona, si tiene miedo de ser dominado por otros, o si tiene una olímpica indiferencia por lo que puedan pensar los demás... y naturalmente, trataría de aplicar soluciones en concordancia con estas teorías. Los resultados serían, en el mejor de los casos, pobres, y en el peor, frustrante y doloroso para todos.

Saber cómo causar los efectos que queremos depende de haber acumulado previamente conocimientos del asunto, desde diferentes perspectivas, intuitiva, matemática, antropológica, filosófica...



Historias verídicas
Si no es bastante evidente con la historia de arriba, comento otra, frecuentemente comentada para explicar los procesos de cambio de paradigma (que me gustaría tocar en otro momento):

En el primer tercio del s. XX, las neveras se cerraban herméticamente de una forma diferente a la actual: tenían una manecilla que, girándola noventa grados, hacía presa en un enganche, como aún se ve en las salas refrigeradoras profesionales.
¿Qué pasaba? Muchos niños y niñas, jugando al escondite, encontraban en las neveras una trampa mortal.

¡Era necesario parar la tragedia! En Estados Unidos, se emprendió una costosísima acción de prevención, haciendo que los fabricantes incorporasen una manecilla interior y realizando campañas de concienciación en las escuelas, periódicos y radio, para que los más pequeños aprendiesen a abrir si alguna vez se quedaban encerrados dentro.
...Hasta que a alguien se le ocurrió poner gomas e imanes, materiales ya existentes. Fin del problema.

¡Cuántas espaldas baldadas por fregar el suelo a mano! ... hasta que alguien viene y le pone un palo al trapo.


El sentido de la tecnología
El inventor Buckminster Fuller introdujo conceptos como 'sinergia' o 'efemeralización', que vienen a referirse al principio 'Hacer más con menos'.
¿De eso va la tecnología, no? Utilizar nuestra mente para hacer las cosas mejor, tener mejores resultados con menos consumo de recursos. Si bien se ha cuestionado esta idea, porque según dicen los críticos, lo que se simplifica por un lado se complica por otro, no se me ocurre otra que insistir: la tecnología nos tendrá que sacar de los problemas en los que nos metió la tecnología. Es decir, si la producción en cadena trajo alienación y explotación de los trabajadores, puede que una 'efemeralización' semejante aplicada al sistema asambleario hubiese permitido un modelo más justo (¡aún estamos a tiempo, eh!)


La tecnología descontaminante sería otro ejemplo de lo mismo: como en la mayoría de las polémicas, no se trata tanto de negar una u otra opción como de incorporar aquello que había quedado fuera previamente, en un diálogo constructivo. El proceso histórico 'Tesis, Antítesis, Síntesis', como expresara Hegel.

Pero, ¿qué es una tecnología? Básicamente, podríamos decir que una tecnología es la serie de pasos que ha dado alguien para obtener un cierto resultado, expresado de tal modo que cualquier otra persona que siga los mismos pasos, obtendría un resultado semejante.

Con una definición así de amplia, podemos entender lo que Michel Foucault llama 'Tecnologías del Yo': aquello que nos permite desarrollarnos, desarrollar nuestros sentidos, nuestra conciencia, nuestras capacidades.


Fin de la primera parte

viernes, 30 de marzo de 2012

¿A dónde vamos?

Una pregunta sustanciosa...
Empezando el grupo, una pareja conversa animadamente.

Propongo trabajar, sobre lo que hablan, o sobre otra cosa. Me refiero al 'trabajo' vivencial, en el que están implicadas las palabras, pero también el instinto, la intuición, las emociones, las vísceras...
Sergio (nombre figurado) se gira y me pide:
- No nos podrías hacer una explicación teórica de cómo es la filosofía de lo que estamos haciendo, de cómo vivir?
Entiendo que busca aclarar una confusión, también, (fantaseo), conjurar un vértigo a dejarse llevar a a-saber-qué experiencia.
Me gusta mucho una cita de San Juan de la Cruz: 'Para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe'. Sin pretender que tengan fe en mí, sino en sí mismos, propongo una actividad destinada a tomar conciencia de cómo en cada acto que hago está involucrada, significada, toda mi existencia. Es aparentemente sencillo: consiste en tomar conciencia de cada acto que hago, y verbalizarlo a un/a compañero/a, añadiendo al final de cada frase: "... y ésta es mi existencia".
Al acabar el ejercicio, no se han respondido preguntas, ni siquiera aciertan a describir la experiencia consistentemente con palabras y argumentos, pero afirman haber tenido una experiencia significativa.

... Y un intento de respuesta
En realidad, antes de proponer el ejercicio, apunté que no podía dar una única respuesta: realmente, en estos tiempos multiculturales y sobreinformados, lo que más podemos hacer es entresacar aquellas tendencias, enseñanzas, prácticas, que apuntan a una instancia superior, sólo definida por una intuición de 'quién-puedo-llegar-a-ser'.
Así como el nativo de la selva se guía por una atención sublime para distinguir lo que asegure su supervivencia, los nativos de la curiosa época que nos ha tocado vivir tenemos que ir también a la 'caza' de aquello que nos hace bien, y evitar lo que nos hace mal. En nuestro caso, irónicamente, nos hace falta conseguir lo que muchos pueblos primitivos ya tienen: una integración social armónica, una verdadera vida emocional, una conexión pura con el medio y el universo.
Ahora bien, como no hay sitio para todos en la selva, y probablemente duraríamos medio telediario, queremos conseguir un estado parecido pero con nuestra identidad social e individual, y todas las complejidades que esto comporta.
Lo podemos condensar así: Ser lo que somos, auténticamente, plenamente, integradamente.

Tres elementos
Si estamos de acuerdo con el objetivo (definido en términos amplios, con los que cualquiera pueda sentirse cómodo/a), ahora nos queda ver qué nos puede llevar allí.
Un aforismo aparentemente contrario al de más arriba, que a mí me parece complementario, es el sufí que dice, 'Oh peregrino! Si no sabes dónde estás, ni hacia dónde vas, es probable que nunca llegues allí'.
Tres aspectos que nos pueden ayudar:

- Tomar contacto con las cualidades encomiadas por la 'filosofía perenne' (es decir, la sabiduría espiritual común a muchos pueblos, épocas y culturas). Son sencillas de encontrar y difíciles de aplicar: Verdad, Nobleza, Armonía, Coraje, Generosidad, Humildad, Alegría, Altruísmo, Ecuanimidad, Amor... A poco que reflexionemos, se justifican ellas mismas.
Sonará a 'cura-anti-relativista', pero hay que reconocer que en esta época, y en esta sociedad (la valenciana), entre tanto feísmo y celebración de la mediocridad como medida de todas las cosas, vendría bien un poco de idealismo, de reinventar una cultura popular más sintonizada con inquietudes éticas y estéticas...

- Y sobre este contacto con las cualidades, asumir un trabajo personal de auto-cultivo, y cultivo con otros. Cultivo, cultura: poner los medios para que una tierra, una persona, dé frutos, se vuelva fértil. Regar, abonar, labrar, sembrar, escardar. En el caso de las personas, aprender, reconocer los errores, practicar nuevas maneras de hacer, diseñar metas y estilos de vida de acuerdo con los ideales y criterios de cada cual...

- Una forma estupenda de cultivo personal son las técnicas gestálticas de contactar con el presente, con mi realidad, silenciando por unos momentos la 'Mental FM', son lo que me puede conectar a lo más importante: a quien soy en realidad, y lo que estoy siendo en cada momento.
Cuando buscamos ver claramente nuestro interior, la mente no hace sino tergiversar nuestra realidad, tratando de evitarnos aquellas partes de la experiencia que nos resultan conflictivas, por el motivo que sea, pero que acostumbran a ser donde residen las soluciones que no encontraba: Por ejemplo, una persona se siente insegura y confusa, y al mismo tiempo evita cuidadosamente agredir: en ello reside su fuerza, su claridad. Otra, evita la ternura y el compromiso, mientras se queja de soledad y falta de vitalidad: lo mismo. Por esto, el diseño de los ejercicios gestálticos incluye inhibir las 'fugas de atención' que esquivan partes de la experiencia: las manipulaciones (seducir, aplacar, intimidar, dar lástima...), las elucubraciones alejadas de la experiencia, hablar 'acerca de' (en palabras de Perls, 'sobreísmo' -aboutism), hablar de lo que 'debería' ('debeísmo' - shouldism)... En definitiva, dar generosamente nuestra atención a la experiencia, tanto si nos parece 'agradable' como 'desagradable', 'bonita' como 'fea', 'buena' como 'mala'... Y así, estar más en contacto con lo que se es ('esismo', -isism).

Y una reflexión

He sido un hombre que busca, y aún lo sigo siendo, pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que empiezo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre.

Herman Hesse

martes, 13 de marzo de 2012

Ser o ser muchos: ésa es la cuestión

La realidad de quien soy
Yo soy yo.
Claramente, soy una entidad diferente de mi entorno. Yo era yo, hace veinte o sesenta años. Yo seré yo, dentro de veinte o sesenta años. ¿Y cómo sé que soy yo? Pues porque estoy en el centro de un contínuo de experiencias: yo me lavo los dientes, yo veo el cielo, o una peli, yo me emociono con un paisaje, una discusión o una sinfonía. Cada uno de nosotros percibimos la realidad de una manera específica, propia. Mi manera específica... al menos, hasta el momento siguiente: Lo que me transmiten los sentidos y mi reacción emocional y mis actos cuando veo un pastel son diferentes, si tengo hambre o si no, o si termino de leer un libro sobre los efectos del azúcar en la salud.

Mi percepción de las personas cambia según el humor del día, de la hora o de la edad. Las diferentes situaciones sociales también me hacen actuar de una forma o de otra: en el médico, me siento muy formalito, en el cine me espatarro, cuando recibo una visita, estoy de pie. En privado hablo desinhibidamente, delante de un público, me salen gallitos y sudo.

Y a pesar de esta polícroma e infinita variedad de experiencias que me atraviesan constantemente, transformándome, no tengo ninguna duda de que en el centro de todas ellas hay un 'Yo' pretendidamente libre y soberano, con una personalidad fija, que difícilmente cambia a través del tiempo. Es más, me veo como una consecuencia natural de como era de pequeño, versión corregida y aumentada.

¿En qué quedamos? ¿Tengo una personalidad en la que afianzar mi identidad, o soy un manojo de tendencias pasajeras?

Dos visiones complementarias
El Buda Sakyamuni comparaba los fenómenos del ego con el tronco de un banano: por mucho que peles, nunca llegas a una madera sólida. 'Todo es impermanente, excepto la impermanencia(anikka).'

Actualmente, el socioconstructivismo se abre paso académicamente e ideas impensables hace un tiempo comienzan a calar entre nosotras/os: no somos un 'yo', sino muchos: el contexto social nos construye, y somos diferentes en cada situación, como he comentado más arriba; más, cuanta más tecnología de comunicación utilizamos: así, no soy el mismo hablando por teléfono con mi madre que cuando la tengo delante, ni el mismo en la cola del autobús, que en un chat, también cambio de estar viendo una peli de aventuras, a estar de cumpleaños con compañeras/os de trabajo.

Por otro lado, es evidente que todos/as tenemos unos rasgos de carácter relativamente estables, que podemos reconocer en nosotras/os y en las demás personas. Hilando más fino, cuando atendemos bien cómo es la otra persona, podemos ver ciertas cualidades que parecen venir de antiguo, de una instancia más arcana que el propio individuo; puede ser genético, puede ser kármico, puede que tribal: la forma de mirar, la energía que deja una persona en una habitación, una forma característica de moverse, de modular la voz. O puede ser, una pasión inusitadamente profunda por las aves, por el mar, por la historia...: adivinamos fuerzas que guían al sujeto, como el viento a las nubes.

La psicología budista nos habla de los vasana: las impresiones o resíduos kármicos arraigados, huellas antiguas, muy difíciles de trascender. Una anécdota habla de un discípulo del Buda, ya muy evolucionado, el cual, durante los paseos con el Maestro, tenía por costumbre abrazar árboles.
La tradición explica que esta tendencia le venía por antiguas encarnaciones como mono, cuando vivía de rama en rama.

Se esté o no de acuerdo con estas suposiciones, la idea de vasana da una idea de la profundidad de nuestra naturaleza individual. Puede parecer opuesta a la 'construcción social'. Pero si las ponemos juntas creativamente, nos evoca la idea de que diferentes tendencias de nuestro 'yo' individual tienen distintos grados de arraigo: desde el puramente circunstancial, y desligado de la voluntad individual (como las personas que forzadamente levantaban la mano en las marchas fascistas); hasta el otro extremo: otras que tienen un sabor fósil, arcaico (como cuando alguien se pone 'hecho una fiera', o cuando una música exótica nos despierta una indescriptible añoranza). Enmedio, un gran abanico de reacciones y tendencias que consideramos 'Yo soy'.


Natación posmoderna...
Hoy el socioconstructivismo habla de la 'saturación del yo': un momento histórico en el que la identidad individual, tal como la concebimos desde el Renacimiento, está saturada, por obra y gracia de la cultura y las tecnologías de comunicación: pronto llegará un momento en el que no nos cabrán más identidades dentro del mismo cuerpo.
¿Será que rebosaremos como un vaso lleno, en otras formas de organización de la conciencia diferentes del 'yo'?
¿Aprenderemos a nadar en una existencia en la que la más importante referencia no sea 'San Yo'?
De momento, nos hace falta volvernos conscientes, asimilar, las diferentes identidades que llevamos encima, o dentro; y para hacer eso nos hace falta un 'puerto franco', un espacio compatible con todas, y que facilite la comunicación y la cooperación entre ellas.
Curiosamente, recuerda mucho a una democracia (a una de verdad, se entiende).

K. Gergen, autor de 'El yo saturado', señala que el centro integrador debería ser un espacio calmo, 'insípido'(sic), plano. Indica como referente la cultura de la obediencia de los chinos, por la arraigada filosofía de Confucio. Como yo lo entiendo, una plaza, un centro que se deje pisar, invadir, para que las diferentes tendencias encuentren la ocasión de expresarse bajo el foco de la conciencia, y esa parte de nosotros/as pueda ser redimida, liberada de las cadenas del automatismo compulsivo y destructor.

... y caminares antiguos
Así, cobran sentido los valores tradicionales de humildad, obediencia y conformidad, como elementos que facilitan la integración interior, la trascendencia de las polaridades y alienaciones. ¿Entonces, deberíamos volver al 'Sí Don Mariano por la G. de Dios, a sus pies' para encontrarnos a nosotros mismos/as?

Los desastrosos resultados de la obediencia y la conformidad lo son por dos razones: una, que en la concepción tradicional, lo que era un ideal de conducta degenera, por medio de una pedagogía deficiente, en un 'Deberías' que no tiene en cuenta a la persona real, y por tanto, es alienante en vez de liberador: en vez de conformarse con la propia naturaleza, y con una disciplina razonable de convivencia, el modelo autoritario enseña, con coacción, a conformarse, como plastilina apretada, a un molde social incuestionado. En vez de obedecer los dictados del propio Organismo, de crear, de jugar, de aprender, de relacionarme; u obedecer sólo a quien y cuando la razón lo aconseja; el modelo autoritario enseña a obedecer a otros usurpando el entendimiento, el propio criterio.

Y segunda razón, porque estos valores se han hecho converger en autoridades personificadas, en élites ávidas de poder, en vez de destinarse a honrar al propio Ser no-egoico, y a la Comunidad, la identidad colectiva y no excluyente, que es la que puede merecer esta rendición personal de servicio. Ejemplos prácticos de esta actitud los vemos en los líderes idealizados por el cine, como los papeles de Russell Crowe (Gladiator, Master and Commander, Robin Hood), Cate Blanchett (Elizabeth de Inglaterra, Galadriel) o la sacrificada Juana de Arco que interpreta Milla Jovovich. Son personajes que no quieren el poder personal sino para servir a su propio destino y el de su comunidad. La biografía de muchos otros personajes reales y de ficción exaltan estas cualidades en actos que contraponen una razón vital a la razón pragmática y acrítica de su entorno, a la vez que se prostran al bien supremo, propio y colectivo.

Pero no hace falta ser un líder formal, ni irnos tan lejos: cada día, muchas personas están dando humildad, obediencia y conformidad con las necesidades reales de la sociedad, manifestándose, oponiéndose a los recortes en educación, a las garras del capitalismo salvaje. Y cuando lo hacen sin odio, sin personalismos, con entrega sincera al bien común, su personalidad adquiere para las otras una nobleza, una sutil pátina iridiscente que inspira reverencia y amor.


Pero... ¿Hay tierra firme?
No sirven los valores prêt-à-porter para integrar la personalidad, si no es teniendo un contacto exquisito con el propio proceso, o el de otros, si somos educadoras/es o terapeutas. Un mapa no sirve de nada si no sé dónde situarme en él, ahora. Un proceso gestáltico lo puede ilustrar (el diálogo está reconstruido aproximadamente):

Toni (nombre figurado) ha hecho, como las compañeras y compañeros del grupo, una 'fantasía dirigida', un tipo de ejercicio gestáltico. Durante el ejercicio, se identifica con dos elementos que le han llamado la atención, por su carácter intenso y opuesto; un tronco y un arroyo.
Propongo explorar esta dualidad: siéntate aquí y sé el arroyo, habla como arroyo:


"- Yo soy fuerte, energético, vital, no veo a los lados, pero no me hace falta, yo voy adelante, adelante.
- ¿Cómo ves al tronco?
- Buá, es horroroso. Está allí, dejado caer, pudriéndose sin hacer nada.
- Díselo a él.
- Eres un muermo, tronco. Te quiero fuera de mi vida. Eres horroroso. No haces nada, y estás allí tumbado, viéndolas caer. Me pones de los nervios.
- ¿Quieres ponerte en el lugar del tronco para explorar lo que se siente aquí?(accede)
- ... Tiene razón. Soy un muermo, estoy apoltronado y no hago nada. Pero... yo veo a los lados. Yo puedo descansar y darte fuerzas. Yo soy sólido. (Se gira hacia mí con gesto extrañado y dice:) Parece como que ahora los entiendo a los dos. No entiendo cómo lo entiendo, pero lo estoy viendo distinto..."

Acabamos con una gran mística, la piel de la cual ha sido frecuentemente utilizada por los lobos autoritarios (y por cierto, que la interpretación de Paz Vega en la película de Ray Loriga se puede añadir con mérito a la lista de arriba).


Nada te turbe


Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.




Santa Teresa de Ávila
(1515-1582)

viernes, 2 de marzo de 2012

Causas y efectos

Una habilidad muy vital
A la vera de una acequia hay un petirrojo, que ojea insistentemente su entorno. Necesita saber qué es cada cosa que ve:.
¡Un gusano! Ah, me acerco porque me causará nutrición. ¡Otro petirrojo macho! Voy y me pego con él, porque si lo dejo me causará la pérdida de mi territorio, y eso me causará menores probabilidades de reproducción. ¡Un gato! Me largo, o me causará la muerte.

Establecer relaciones causa-efecto es una habilidad imprescindible para manejar la realidad. Desde muy pequeños, nos esforzamos por comprender la mecánica causal de la realidad que nos rodea: un llanto causará que me atiendan; un golpe fuerte causará que se rompa el cristal; estudiar causará la aprobación de los adultos; pegarle a Juanito causará problemas.



Dibujamos una miríada de líneas
que van del pasado al presente, y del presente al futuro: son las puntadas con las que bordamos nuestro modelo de realidad.
Este complejo diseño nos permite ser eficaces y también, calmar parcialmente la ansiedad de no controlar, el terror de vivir en una realidad que sobrepasa con mucho nuestra comprensión y capacidad de previsión.
Puede que por eso abusamos tanto de este mecanismo.

"¿Para qué?" en lugar de "¿Por qué?"
Tomàs (nombre ficticio) vino con gran ansiedad a la consulta. Un cúmulo de circunstancias nefastas ha exacerbado un estado de desasosiego, en el que resulta muy difícil pensar con claridad. La menor de estas circunstancias no ha sido una ruptura inesperada y traumática.

"- Yo necesito entender por qué, ¿Por qué esta persona ha actuado tan mal conmigo? ¿Por qué se comporta así? ¿Por qué no me he dado cuenta antes? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? ¿Por qué?
Mediante la conversación, vamos probando a substituir las preguntas "¿Por qué?" por preguntas "¿Para qué?". Así vamos progresivamente descubriendo otra forma de ver las cosas (un mapa), más funcional.
La siguiente vez que nos vemos, Tomás afirma estar comprendiendo mejor la situación, haber reducido substancialmente sus pensamientos obsesivos, y afirma: "Lo que más me está ayudando es hacerme la pregunta del "¿Para qué?".

Y, ¿Por qué nos dá más información el "¿Para qué?" que el "¿Por qué?"?
El segundo indica una causalidad, que tendemos a creer única, y acostumbra a degenerar en una racionalización improductiva. Por ejemplo, "¿Por qué estás leyendo esto?": Una posible respuesta es "Porque me gusta". Pero también serían porqués válidos: "Porque aprendí a leer en la escuela", "Porque tengo un móvil de última generación", "Porque estamos en una democracia", "Porque se extinguieron los dinosaurios y empezó la supremacía de los mamíferos". En el Porque caben cómodamente deseos, justificaciones, y cualquier relación arbitraria entre hechos pasados.


¿Por qué eres así? "Porque me ridiculizaban en la escuela"; "Porque mis genes lo determinan"; "Porque me enseñaron a valerme por mí misma"...
Todas las respuestas son muy sesgadas, excepto "Porque todas las experiencias que he vivido, y que han existido antes de mí, grandes y pequeñas, me han conducido al ser que soy ahora".
Por el contrario, ¿Para qué? se centra en el propósito de la conducta, en la intención. Esto nos sitúa directamente en un plano más concreto, y cuando me refiero a mí mismo, a tomar contacto con mis necesidades, y así, poderlas satisfacer mejor. Por ejemplo, si me pregunto, "¿Por qué fumo?", mi "secretario interior", o inconsciente, puede que me responda: "Porque estás idiota".

Preguntas pobres, respuestas pobres.

En cambio, si me pregunto, "¿Para qué fumo?", dirijo la atención a la necesidad que trato de llenar con el tabaco: de calma, de comer, de integración social, de hacer algo. Si me hago más consciente de qué necesito realmente, puedo escoger otros caminos, si tengo hambre, comer, si quiero sentirme cerca de alguien, hablarle, etcétera.

Y si me pregunto ¿Para qué? respecto a otras personas, puede que vea con más profundidad su búsqueda, y me incline más a sentir compasión o a ayudar, o a alejarme con respeto. En cualquier caso, tendré un 'mapa' más nítido de la realidad interna del otro.
Por fin, si el ¿Por qué? nos sitúa en ver la consecuencia actual de una causa pasada, dejándonos justificados pero impotentes; el ¿Para qué? nos pone en la rampa de lanzamiento de nuestra propia vida. Incómodo a veces, valioso siempre, situarnos como causa de nuestra vida y no como efecto es lo que nos da la oportunidad de vivir de verdad.
Es lo que conocemos como "responsabilidad": obrar sabiendo que de mis actos dependen los resultados.

Responsabilidades, causas y autoestima
La responsabilidad es un concepto muy apreciado, sólo que cada cual lo entiende 'según le va en la feria'.
Una persona se puede considerar muy responsable si cumple con sus obligaciones sociales, con su trabajo y con el ejercicio del voto. En cambio, considera que tiene 'mala suerte' en el amor, tiene cegada su necesidad de alimentos saludables, y desprecia su hambre de comprensiones metafísicas.
Otra persona produce excelentes resultados en las relaciones de amistad, y con lo que tiene que ver con la familia y los compañeros de trabajo, y considera que la 'mala suerte' ensombrece su gestión del dinero, o de definir una carrera profesional, y puede ignorar todo acto de responsabilidad ciudadana, incluso en temas que le tocan de cerca (un basurero cerca de casa, o reducciones de sueldo, por ejemplo).

Nathaniel Branden, el conocido experto en autoestima, señala que la percepción de uno mismo como causa (responsable) en un área concreta de su vida, coincide con el grado de autoestima que ha conseguido mantener en ella. Por ejemplo, si los mensajes que he recibido desde pequeño/a me han convencido de que era poco inteligente, tenderé a no sentirme capaz de causar cambios en esa área, y no me sentiré responsable de lo que circula entre mis orejas.
Si he creído que era un crack de la mecánica, sentiré naturalmente que resolver problemas mecánicos, pedir piezas, investigar nuevos diseños, calcular fricciones y cargas... va conmigo, incluso cuando eso sea difícil.
Si las experiencias frustrantes me llevaron a concluir que no soy digna/o de amor (baja autoestima), tenderé a poner la responsabilidad de lo que me pase en las relaciones en los/las otros/as, o en la genética, o en la sociedad patriarcal-capitalista, o en un mal de ojo.

La lluvia causa que crezca la hierba.
El matrimonio Andreas, desarrolladores de técnicas de PNL, exploraron cómo nos hacemos una idea visual de las causas y los efectos: ¿Cómo imagino la relación causal entre la frase de arriba, entre la lluvia y la hierba? ...Puede que imagine una película corta, en la que después de una cosa viene la otra. O una flecha en un diagrama. O quizá, de otra manera.


Si quieres hacer la experiencia y observar cómo te representas la causalidad, aquí tienes unas frases de ejemplo:
- La mala alimentación causa obesidad.
- Las experiencias de éxito causan autoconfianza.
- El vino junto con el calor, causan sueño.
- Los gestos bruscos causan que se vayan las aves.


Y ahora nos podemos representar mentalmente otras, a ver cómo nos vienen:
- Mis atenciones causan belleza en las plantas de casa.
- Mi trabajo causa beneficios para mí y para otras.
- Elegir lo que como causa mi estado de salud.
- Comunicarme con franqueza causa relaciones satisfactorias.
- Adquirir conocimientos me causa una visión de la vida más rica.
- Resolver diligentemente los asuntos me causa tiempo libre.
- Yo he sido la causa de mi vida presente, y soy la causa de mi vida futura.


Y para terminar, un chiste

Dos amigas:

- Yo antes creía que si pasaban dos cosas correlativas, había una relación causa-efecto. Pero dí clases de estadística, y ya no hago esa suposición.

- Ah, qué guay! O sea, que te sirvieron las clases?

- Mmm... Puede ser.

miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Vas al 'loquero'...?

Un estigma social

Una conversación entre dos amigas (recreada sobre una experiencia relatada por una cliente, más comentarios de aquí y de allá) :

- ... y ya llevo dos sesiones con este chico y no sé, de momento tengo esperanzas de que vaya bien y pueda dejar atrás (eso que me pasa)
- Pero tía, tanta terapia y tanto rollo, a tí lo que te hace falta es que salgamos un día de fiesta y animarte y verás como se te van todos esos rollos. Has tenido mala suerte con (tu problema) y ya está, otro día tendrás más suerte. Y si vas, procura que no se entere tu hermana ni en el trabajo, a ver si se van a pensar que estás como una moto.

En este breve parlamento se ven muchos de los miedos y preconceptos que se tienen del trabajo sobre la propia conciencia, sobre liberarse de temores y limitaciones producidas por la mente: La persona que va a terapia es, en esta visión, alguien que ha abdicado de su propia soberanía para ponerse en manos de especialistas que, como en el quirófano se extirpa un apéndice, le extirparán el mal mental que le aqueja, o le darán pensamientos dulcecitos, paliativos chapuceros de una vida autosuficiente, espabilada y chulapa.


Junto con la mujer sexualmente activa, el hombre afeminado y venir del pueblo; ir a terapia forma parte de los estigmas cruelmente atizados por la sociedad pasada (y con matices, la actual) contra los diferentes, los humildes y los débiles.

Me quiero centrar en la que nos ocupa ( a pesar de que es muy interesante ver el cuadro completo del control social por la vergüenza ), y espigar algunas posibles raíces de esta manera de pensar sobre el desarrollo personal.

Las razones culturales
Además de periodos históricos autoritarios, tenemos un substrato, querámoslo o no, para bien y para mal, fuertemente católico. En el catolicismo, la cosmovisión oficial es comunicada a los fieles por medio de un delegado de Roma. Cualquier pensamiento propio que se salga de la interpretación que hace el Papa de la Bíblia, es anatema.
Por tanto, no es de extrañar que nos resulte familiar una actitud desigual, unidireccional y absurdamente dogmática en todas las profesiones asimilables al papel de "cura-chamán": desde el "se me toma usted estas pastillas todas las noches" de algunos médicos, al "a tí lo que te pasa es ( y por tanto ) tú lo que tienes que hacer es..." de algunos psicólogos, pasando por por el "así son las cosas, y así se las hemos contado", de algún presentador de telediarios; son actitudes que van cambiando afortunadamente, pero que aún colean, y más en el imaginario colectivo.

Desde esta perspectiva, ir a terapia es casi lo mismo que llevar el PC al técnico para que formatee el disco duro e instale lo que le venga en gana. Obviamente, una opción temible y humillante.

Hay otro facor, más simpático, pero igualmente limitador: Cada pueblo reifica ciertas actitudes, ciertos rasgos de la personalidad como aquellos que llevan la Virtud, en el sentido taoísta de 'Virtud' como aquello que fluye sin obstáculos por estar en concordancia con el sublime orden cósmico.


En el caso de la cultura española, el coraje, el desparpajo fresco y decidido del torero, de la cantaora flamenca, del bandolero romántico, han señalado un cánon vital a muchas generaciones. Si bien la cultura valenciana parece más dada a los aspectos dionisíacos del folklore ( fallas, carnaval, hogueras... ), posiblemente influída por la orientación turística de la economía; también podemos rastrear estas actitudes de heroísmo áspero y descarnado en la voz de cantaores como Miquel Gil o Pep Botifarra.

Y eso ha tenido un lado luminoso, de invitación a la vida, sé tú mismo, escucha tus impulsos, deja salir tu genio creativo, sé genuíno, encara la dificultad, el peligro y el dolor, etcétera; y otro oscuro: no reflexiones, no escuches consejos, minimiza tus defectos hasta que queden fuera de la vista, insensibilízate a tus 'debilidades' (necesidad de amor, de comprensión, de descanso...), y ríete de los demás, imponte, improvisa, alimenta tu ego, que de un sopapo inspirado se resolverán los problemas.

Las razones de la profesión
Hasta hace unos años, es cierto que las herramientas con que contaba la profesión eran de una eficacia modesta. Desde la aparición de la PNL hasta hoy, asistimos al surgimiento de técnicas y formas de trabajo que dan resultados muchas veces fulminantes a muchos problemas. Pero queda un 'establishment' por transformar, y una fama que limpiar, ésa es la cruda verdad: las personas confían poco en las posibilidades reales de la terapia.

Aparte de esto, desde el advenimiento de la Gestalt y los grupos de crecimiento personal, coincidente con el estallido creativo de los '60, siempre han habido una minoría de buscadores verdaderos, que han encontrado en la terapia un camino diferente para realizarse. Pero nunca han pasado de una minoría, inquietante al statu quo, tanto de los estamentos oficiales como de la sociedad. Para casi todos, usuarios y profesionales, la salud mental ha sido una cuestión de mínimos, para poder soportar una vida 'más o menos bien'.

Todo va cambiando, y la idea de trabajar con la propia mente y la propia vida deja de ser una tarea exclusivamente de curas y monjas, psiquiatras excéntricos, o filósofos barbudos, para ser, de la mano de nuevos profesionales, de los grupos de crecimiento, libros de autoayuda, el coaching, la risoterapia, reuniones de meditación... una tarea íntima y libre, una aventura personal con un abanico de opciones entre las que elegir.

Las razones neuróticas
'Neurótico' es un término útil en tanto que nos señala la polaridad contraria a la Virtud, tal como la hemos descrito arriba: una forma de estar en el mundo que produce dolor, una interpretación pobre y distorsionada de la realidad interna y externa que lleva necesariamente al fracaso en todos los ámbitos: relaciones, metas, realización existencial.

No es, por tanto, una calificación moral, ni como era originalmente, una justificación fisiológica de los males existenciales de las personas ( que evidentemente no tienen su origen en el funcionamiento de las neuronas, sinó en instancias más sutiles de nuestra naturaleza ). Y en definitiva, el término alude a todas nosotras en mayor o menor grado, en tanto que seres imperfectos. No hay por tanto una línea divisoria entre sanos y neuróticos.

Hecha la aclaración, dejo hablar a la gran psicoanalista Karen Horney:

" ( el paciente ) Inconscientmente insistirá en que el analista exagera la magnitud de sus conflictos, que él estaría perfectamente si no fuese por las circunstancias exteriores; que el amor o el éxito le quitarían la desdicha; que puede evitar conflictos apartándose de la gente; que aunque pueda ser verdad que no se puede servir a dos señores a la vez, él, con sus ilimitadas capacidades de voluntad e inteligencia, lo conseguiría. O puede sentir - también inconscientemente - que el analista es un charlatán o un bobo bienintencionado que simula un optimismo profesional; que debe saber que el paciente no tiene cura (...)."
("Nuestros conflictos interiores", pgs. 167-168; ed. S. XXI)
Si esto lo pensamos cuando nos decidimos a ponernos en terapia, ¿qué no pensará la inmensa mayoría de personas que ni siquiera se lo plantean? Aventuro que piensan que quien se pone en terapia es porque, por debilidad, por incapacidad, ha dejado que se rompiera la red de fantasías que nos separa de la realidad - y por tanto, del terror, la autocondena y la locura.

Para mí, las personas que han (hemos) decidido ponernos en terapia no eran más sanas ni más enfermas que el promedio de la población, pero por los misteriosos designios de la vida, han reunido la lucidez, la responsabilidad, la autoestima, la información, y especialmente el coraje de tirarse a la piscina. O dejar de huir de los fantasmas, dar media vuelta y plantarles cara. Es el 'Yihhad' o lucha interior de los sufís; la 'Batalla del Amor' de los maestros amazónicos, el 'Viaje' arquetípico de los héroes míticos, como Jason, Aladino, Alícia o Frodo.

Por tanto: Felicidades! Si estás en el camino de buscar ayuda para resolver tus dificultades, ánimo y piensa que nadie avanza en esta vida sin la ayuda de otros; y sobretodo, que mereces la consideración de ser la vanguardia de una sociedad mejor.

miércoles, 18 de enero de 2012

Un proyecto existencial

¿Cuestiones sin respuesta?

Un hombre de mediana edad, con voz suspirante, el cuerpo tenso, crispado, se sienta en los almohadones de la consulta. Un hermano suyo, sólo unos pocos años mayor, murió dos días atrás, de cáncer de pulmón.

- Te preguntas, ¿ Y qué es la vida? Para qué estamos aquí, pasando tantas penas, y siempre peleando para salir adelante, y preocupándote de esto y de aquello...
¿Para qué?

"Tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja como un aullido interminable, interminable..." cantaba Paco Ibáñez, el poema de José Agustín Goytisolo "Palabras para Julia".
Sartre decía que el ser humano está "arrojado a la existencia, y de la misma manera será lanzado a la muerte".
Muy bonito, sí señor!









Riqueza de perspectivas

No es la primera vez que desde este blog me hago eco del principio de PNL que es la flexibilidad: bajo esta palabra está la idea de que cuantas más perspectivas tengamos de una situación, más rico y aproximado será nuestro "mapa" de la realidad. Esto viene a cuento de que, si bien las aseveraciones expresadas más arriba dan la impresión de ser deprimentes e incapacitantes, no dejan de tener un valor de lucidez, de verdad.Llegar a esta conciencia, tener el coraje de subir por encima de la niebla de las menudencias cotidianas, y encararse al propio destino, la propia naturaleza, es ya un éxito notable.


El problema con las perspectivas viene cuando sólo tenemos una. Y si nos quedamos con esta visión oscura como "la cierta", "la buena", nuestra fisiología, nuestros actos y nuestro entorno no tardarán en reflejarla y reforzarla.

La cosa se pone más interesante si este vacío lo interpretamos como libertad. Mira tú, el vacío y la libertad son lo mismo, sólo que visto desde otra... perspectiva.



Construyendo un proyecto existencial

A partir de aquí, una vez nos hemos enfrentado al vacío contraponiendo nuestra autoafirmada existencia, nos queda todo por delante: ¿Qué vida queremos vivir? ¿Qué valores queremos abrazar? ¿Qué relaciones construir? ¿Qué metas realizar? ¿Qué otro mundo es posible?
"Bah, qué ganas de calentarse la cabeza...", dicen, con éstas u otras palabras, muchas, demasiadas, personas.
Estas preguntas resultarán más atractivas a quien ya se ha atrevido a entrar en el agua fría de las cuestiones de arriba, y además no está conforme con una respuesta pesimista.


Atreverse a responderlas y a vivir consecuentemente con las respuestas, supone abrazar una vida no necesariamente fácil, pero sí real (auténtica, en términos sartrianos).
Podríamos pensar que la respuesta se encuentra en un giro radical, en una propuesta tipo "La vida en el bosque", de Thoreau, o como el protagonista (real y ficticio) de la película "Into the Wild".
Es una posibilidad, pero realmente estaríamos mutilando una parte de nuestra vida. Y como dice David Allen, "la mundanidad es una puerta secreta a la trascendencia".

Escoger la tarea que queremos dejar hecha, las actividades que mejor satisfarán nuestras aptitudes y valores, construir las relaciones familiares, profesionales y sociales que queremos... es como abrir y mantener un jardín enmedio de la selva, un reequilibrio constante.
Sería injusto no dejar los otros versos del conmovedor poema de J.A. Goytisolo, con el que honraba a su madre y bendecía a su hija, a la vez:


PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso. "



miércoles, 4 de enero de 2012

Carta de un terapeuta a su cliente




Aclaración inicial

Desde que publiqué la última entrada, alguien me sugirió que podría ser interesante hacer la réplica: como veo yo a las personas que vienen aquí? Y no veo motivo para no hacerlo, mejor, no encuentro una excusa digna para no afrontar un ejercicio exhibicionista y arriesgado a partes iguales. Así que tendré que poner la vergüenza y la pusilanimidad (que no la prudencia) en una botellita de cristal, hasta que termine de escribir, por lo menos. Por comodidad de lectura, varío el género de la persona destinataria, en vez de usar ambos cada vez, sin otra implicación.

El inicio
Cuando viniste la primera vez, estaba expectante, curioso. Sólo habíamos hablado un rato por teléfono, y por tu voz, por tu presentación, traté de intuir algo sobre tí. Llegaste y traté de mantener abiertos todos mis sentidos: ¿Quién eres? ¿Cómo eres? ¿Qué dice tu voz? ¿Qué dice tu aspecto? ¿Cómo son tus gestos? ¿Qué visión tienes de la vida, y del tema que quieres tratar? ... Siempre me ha impresionado la capacidad de Carl Rogers, el cual, según se dice, era capaz de conocer la naturaleza del problema de su cliente en los cinco primeros minutos de visita.
Más que llegar a una palabra concreta, a un gesto descifrable con tablas diagnósticas, trataba de verte, de comprender tu vida tal como se presentaba ante mí.
También me dí cuenta de que me examinabas: no me resulta cómodo, pero entiendo que es el deber de quien contrata cualquier servicio, y más uno como este.
Así que allí estábamos: hablando de cómo es la terapia, y de como eran tus problemas, y, al mismo tiempo, estableciendo una danza de aproximación/alejamiento en múltiples y complejos niveles preconscientes.

Como dijo acertadamente John Lennon, "La vida es lo que nos pasa mientras estamos pensando en hacer otra cosa". De eso también iría la terapia: de hacernos más conscientes del "eso que nos pasa..."


Trabajando juntos
Cada día que nos vemos, antes de que vengas, doy una ojeada a mis notas de sesiones pasadas, eso me ayuda a ver tu proceso en perspectiva.
Te atiendo y me sumerjo en tí: por momentos me dejaré llevar por tu experiencia, me alegran tus victorias, me entristecen tus pesares y me inquietan tus desafíos vitales. Pero salgo de tí para volver a mí, y para buscar el escalón adecuado a tu paso en ese momento, el que permita a tu conciencia desplegarse reconociendo los obstáculos. Voy y vengo, voy y vengo...

Yo también formo parte de la relación terapéutica. Hace unos años, se intentó un modelo informático que daba respuestas bastante afinadas a un consultante. Resultó un fracaso: el crecimiento como personas necesita del intercambio con el mundo real, con las personas reales. Hay una parte de nuestra esencia que no es individual, sinó colectiva, algo así como los insectos sociales, abejas, hormigas, etc.
Así, yo estaré en la relación tan honestamente como pueda, excepto por el aspecto de apoyarme en tí para tener gratificación emocional o de otro tipo, como sí que sería legítimo en otras modalidades de relación entre iguales.
Mi interés en tí es sincero: el dinero implicado en nuestra relación es lo que a mí me permite atenderte descargado de preocupaciones externas, y lo que a tí te permite dejarte ayudar sin la inquietud de tener que cuidar de mí. Y para las dos, un recordatorio de la naturaleza de nuestra relación, diferente de la de amigos, de la de maestro/alumno, de la de confesor/fiel, de la de amantes, de la de padre, madre, hija, nieto... Por supuesto que no es cualquier relación comercial. Es una relación cualitativamente diferente de otras. Es una relación en la que la autorrevelación deviene un aspecto clave. Por eso, me esforzaré en ser auténtico ante tí. Si hay en mí emociones "negativas", lo elaboraré contigo de la forma más constructiva posible. Descifrar las particularidades, los límites y los potenciales de esta relación será una de nuestras tareas. ¿Porqué? Porque eso te dará las claves para comprender mejor tu ser-en-relación, o ser-en-el-mundo, cosa que, lejos de ser una cavilación filosófica estéril, resulta muy práctica para vivir cabalmente.



En el potencial de la relación cabe que creemos entre las dos una burbuja de descompresión, en la cual tienen cabida conductas poco probables en el áspero y condenatorio mundo exterior: calmar la atención hasta que llegue a captar los minúsculos cambios de una emoción; experimentar movimientos inhabituales; explorar la realidad desde el punto de vista de un sueño, o de otra persona... Para mí es gratificante ver cómo te vas atreviendo a expandir tus límites, celebro y admiro tu coraje.



Y cuando no es así, comprendo tus motivos conservadores, los comprendo porque yo también los vivo, con mis propios límites. Siempre hay una frontera, mal si no fuese así.
Y sé que simplemente estar aquí conmigo, expuesto a observar tu propia reticencia, es también un acto valiente y provechoso, un estado correcto de tu proceso: no tendrías que hacer otra cosa, no es una posición inadecuada, mientras no se renuncie al crecimiento.
Me alegro de estar en la sesión contigo, compartiendo la tarea de manejar la propia vida. Como tú, estoy seguro de que juntos venceremos!!!


Conclusión

Me doy cuenta de que escribir sobre la propia experiencia es también una forma de autoterapia, de explorar más detenidamente los contenidos y la dirección de mi mente y de mi actividad. Con el aliciente de escribir no sólo para mí, sino para otras, que me obliga a ordenar y exponer con mayor claridad lo que vivo. Antes de empezar, me daba miedo mostrarme inadecuadamente, decepcionar. Sabía conscientemente que era difícil que me mostrara diferente a como me muestro en terapia, pero se me despertaban viejos temores. Afortunadamente, he podido dejar esos viejos temores en la botellita, y ponerme delante de mí mismo. Y me ha servido, en definitiva, para conquistar un espacio más para "ser", en mi vida, y confío que tambień en la tuya, lectora!