sábado, 5 de noviembre de 2011

Que nazcan flores a cada instante

El título de este post es también el de una canción de Lluís Llach, Cal que neixin flors a cada instant. La frase me resultaba fascinante desde muy joven : una imagen de flores sucesiva y eternamente abriéndose, en un esfuerzo heroico y a la vez, tan sostenido, tan delicado, que deviene sin esfuerzo: cada flor se abre cuando las fuerzas existentes en ella convergen para hacerlo. Qué ideal más bello, que las personas pudiésemos vivir nuestra existencia así! Cada cual obraría permitiendo que todas sus fuerzas y cualidades actuasen sin resistencia, orquestadas por su voluntad. Nuestros esfuerzos multiplicarían los resultados, liberados de la torpeza y la contradicción. Nuestra cualidad íntima, nuestro genio particular, se desplegaría en la sociedad. Y estaríamos en condiciones de apreciar y apoyar la naturaleza de las demás, favoreciendo así que cada conciudadana contribuyese de la mejor forma posible al bien común. Este ideal, naturalmente, no es nuevo, sino que forma parte de la “filosofía perenne”, de que hablaba A. Huxley: la podemos encontrar en diversas tradiciones y disciplinas, puede que el en el Tao-te-king sea donde más se enfatiza esta espontaneidad eterna y sin obstáculos: "La gran perfección parece imperfecta pero su eficiencia no disminuye. La gran plenitud parece vacía pero su eficiencia no se agota. (cap. 45) La Gestalt nos ha dado unas actitudes y herramientas para hecer realidad este ideal en personas y en vivencias concretas. Una conocida frase gestáltica, popularizada por el libro de Barry Stevens del mismo nombre, dice “No empujes el río, el río fluye sólo”: La Gestalt exhorta a no resistir lo que eres en este momento, incluso regarlo con la atención y el afecto, permitir que crezca, con las justas precauciones, para que aquello que era pequeño, oscuro, horrible, se despliegue en su magnificiencia, se integre en la totalidad de quien es uno, participando armoniosamente en el conjunto: lo que era un obstáculo se vuelve un aliado; lo que era falta deviene virtud, lo que era el otro (“el infierno son los otros, senteciaba Sartre), deviene el propio ser. Por ejemplo, una mujer dentro de un trabajo con los sueños, ha conectado con una energía muy agradable y nutritiva. Siente cómo se expande por su cuerpo, excepto un área inquietantemente oscura, bajo el hombro izquierdo. La sombra la atemoriza, cree que no tiene otra intención que destruirla a ella. Propongo vivir desde dentro esta sombra. Y cuando se lo permite, empiezan a aparecer nuevas sensaciones, nuevas comprensiones: la sombra es el peso de no poder ser, de no merecer una vida plena. “Lo siento conectado a todas las mujeres de la familia, no se salva ni una”, dice. Ahora que puede vivir claramente el dolor y la confusión, identifica qué necesita realmente: necesita la validación de su madre. A través del role-playing satisfacemos esta necesidad, este vacío del pasado. Ahora, ella está en condiciones de darse ese apoyo, y de enfrentar su realización con el agridulce de los miedos y las esperanzas.