miércoles, 18 de enero de 2012

Un proyecto existencial

¿Cuestiones sin respuesta?

Un hombre de mediana edad, con voz suspirante, el cuerpo tenso, crispado, se sienta en los almohadones de la consulta. Un hermano suyo, sólo unos pocos años mayor, murió dos días atrás, de cáncer de pulmón.

- Te preguntas, ¿ Y qué es la vida? Para qué estamos aquí, pasando tantas penas, y siempre peleando para salir adelante, y preocupándote de esto y de aquello...
¿Para qué?

"Tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja como un aullido interminable, interminable..." cantaba Paco Ibáñez, el poema de José Agustín Goytisolo "Palabras para Julia".
Sartre decía que el ser humano está "arrojado a la existencia, y de la misma manera será lanzado a la muerte".
Muy bonito, sí señor!









Riqueza de perspectivas

No es la primera vez que desde este blog me hago eco del principio de PNL que es la flexibilidad: bajo esta palabra está la idea de que cuantas más perspectivas tengamos de una situación, más rico y aproximado será nuestro "mapa" de la realidad. Esto viene a cuento de que, si bien las aseveraciones expresadas más arriba dan la impresión de ser deprimentes e incapacitantes, no dejan de tener un valor de lucidez, de verdad.Llegar a esta conciencia, tener el coraje de subir por encima de la niebla de las menudencias cotidianas, y encararse al propio destino, la propia naturaleza, es ya un éxito notable.


El problema con las perspectivas viene cuando sólo tenemos una. Y si nos quedamos con esta visión oscura como "la cierta", "la buena", nuestra fisiología, nuestros actos y nuestro entorno no tardarán en reflejarla y reforzarla.

La cosa se pone más interesante si este vacío lo interpretamos como libertad. Mira tú, el vacío y la libertad son lo mismo, sólo que visto desde otra... perspectiva.



Construyendo un proyecto existencial

A partir de aquí, una vez nos hemos enfrentado al vacío contraponiendo nuestra autoafirmada existencia, nos queda todo por delante: ¿Qué vida queremos vivir? ¿Qué valores queremos abrazar? ¿Qué relaciones construir? ¿Qué metas realizar? ¿Qué otro mundo es posible?
"Bah, qué ganas de calentarse la cabeza...", dicen, con éstas u otras palabras, muchas, demasiadas, personas.
Estas preguntas resultarán más atractivas a quien ya se ha atrevido a entrar en el agua fría de las cuestiones de arriba, y además no está conforme con una respuesta pesimista.


Atreverse a responderlas y a vivir consecuentemente con las respuestas, supone abrazar una vida no necesariamente fácil, pero sí real (auténtica, en términos sartrianos).
Podríamos pensar que la respuesta se encuentra en un giro radical, en una propuesta tipo "La vida en el bosque", de Thoreau, o como el protagonista (real y ficticio) de la película "Into the Wild".
Es una posibilidad, pero realmente estaríamos mutilando una parte de nuestra vida. Y como dice David Allen, "la mundanidad es una puerta secreta a la trascendencia".

Escoger la tarea que queremos dejar hecha, las actividades que mejor satisfarán nuestras aptitudes y valores, construir las relaciones familiares, profesionales y sociales que queremos... es como abrir y mantener un jardín enmedio de la selva, un reequilibrio constante.
Sería injusto no dejar los otros versos del conmovedor poema de J.A. Goytisolo, con el que honraba a su madre y bendecía a su hija, a la vez:


PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso. "



miércoles, 4 de enero de 2012

Carta de un terapeuta a su cliente




Aclaración inicial

Desde que publiqué la última entrada, alguien me sugirió que podría ser interesante hacer la réplica: como veo yo a las personas que vienen aquí? Y no veo motivo para no hacerlo, mejor, no encuentro una excusa digna para no afrontar un ejercicio exhibicionista y arriesgado a partes iguales. Así que tendré que poner la vergüenza y la pusilanimidad (que no la prudencia) en una botellita de cristal, hasta que termine de escribir, por lo menos. Por comodidad de lectura, varío el género de la persona destinataria, en vez de usar ambos cada vez, sin otra implicación.

El inicio
Cuando viniste la primera vez, estaba expectante, curioso. Sólo habíamos hablado un rato por teléfono, y por tu voz, por tu presentación, traté de intuir algo sobre tí. Llegaste y traté de mantener abiertos todos mis sentidos: ¿Quién eres? ¿Cómo eres? ¿Qué dice tu voz? ¿Qué dice tu aspecto? ¿Cómo son tus gestos? ¿Qué visión tienes de la vida, y del tema que quieres tratar? ... Siempre me ha impresionado la capacidad de Carl Rogers, el cual, según se dice, era capaz de conocer la naturaleza del problema de su cliente en los cinco primeros minutos de visita.
Más que llegar a una palabra concreta, a un gesto descifrable con tablas diagnósticas, trataba de verte, de comprender tu vida tal como se presentaba ante mí.
También me dí cuenta de que me examinabas: no me resulta cómodo, pero entiendo que es el deber de quien contrata cualquier servicio, y más uno como este.
Así que allí estábamos: hablando de cómo es la terapia, y de como eran tus problemas, y, al mismo tiempo, estableciendo una danza de aproximación/alejamiento en múltiples y complejos niveles preconscientes.

Como dijo acertadamente John Lennon, "La vida es lo que nos pasa mientras estamos pensando en hacer otra cosa". De eso también iría la terapia: de hacernos más conscientes del "eso que nos pasa..."


Trabajando juntos
Cada día que nos vemos, antes de que vengas, doy una ojeada a mis notas de sesiones pasadas, eso me ayuda a ver tu proceso en perspectiva.
Te atiendo y me sumerjo en tí: por momentos me dejaré llevar por tu experiencia, me alegran tus victorias, me entristecen tus pesares y me inquietan tus desafíos vitales. Pero salgo de tí para volver a mí, y para buscar el escalón adecuado a tu paso en ese momento, el que permita a tu conciencia desplegarse reconociendo los obstáculos. Voy y vengo, voy y vengo...

Yo también formo parte de la relación terapéutica. Hace unos años, se intentó un modelo informático que daba respuestas bastante afinadas a un consultante. Resultó un fracaso: el crecimiento como personas necesita del intercambio con el mundo real, con las personas reales. Hay una parte de nuestra esencia que no es individual, sinó colectiva, algo así como los insectos sociales, abejas, hormigas, etc.
Así, yo estaré en la relación tan honestamente como pueda, excepto por el aspecto de apoyarme en tí para tener gratificación emocional o de otro tipo, como sí que sería legítimo en otras modalidades de relación entre iguales.
Mi interés en tí es sincero: el dinero implicado en nuestra relación es lo que a mí me permite atenderte descargado de preocupaciones externas, y lo que a tí te permite dejarte ayudar sin la inquietud de tener que cuidar de mí. Y para las dos, un recordatorio de la naturaleza de nuestra relación, diferente de la de amigos, de la de maestro/alumno, de la de confesor/fiel, de la de amantes, de la de padre, madre, hija, nieto... Por supuesto que no es cualquier relación comercial. Es una relación cualitativamente diferente de otras. Es una relación en la que la autorrevelación deviene un aspecto clave. Por eso, me esforzaré en ser auténtico ante tí. Si hay en mí emociones "negativas", lo elaboraré contigo de la forma más constructiva posible. Descifrar las particularidades, los límites y los potenciales de esta relación será una de nuestras tareas. ¿Porqué? Porque eso te dará las claves para comprender mejor tu ser-en-relación, o ser-en-el-mundo, cosa que, lejos de ser una cavilación filosófica estéril, resulta muy práctica para vivir cabalmente.



En el potencial de la relación cabe que creemos entre las dos una burbuja de descompresión, en la cual tienen cabida conductas poco probables en el áspero y condenatorio mundo exterior: calmar la atención hasta que llegue a captar los minúsculos cambios de una emoción; experimentar movimientos inhabituales; explorar la realidad desde el punto de vista de un sueño, o de otra persona... Para mí es gratificante ver cómo te vas atreviendo a expandir tus límites, celebro y admiro tu coraje.



Y cuando no es así, comprendo tus motivos conservadores, los comprendo porque yo también los vivo, con mis propios límites. Siempre hay una frontera, mal si no fuese así.
Y sé que simplemente estar aquí conmigo, expuesto a observar tu propia reticencia, es también un acto valiente y provechoso, un estado correcto de tu proceso: no tendrías que hacer otra cosa, no es una posición inadecuada, mientras no se renuncie al crecimiento.
Me alegro de estar en la sesión contigo, compartiendo la tarea de manejar la propia vida. Como tú, estoy seguro de que juntos venceremos!!!


Conclusión

Me doy cuenta de que escribir sobre la propia experiencia es también una forma de autoterapia, de explorar más detenidamente los contenidos y la dirección de mi mente y de mi actividad. Con el aliciente de escribir no sólo para mí, sino para otras, que me obliga a ordenar y exponer con mayor claridad lo que vivo. Antes de empezar, me daba miedo mostrarme inadecuadamente, decepcionar. Sabía conscientemente que era difícil que me mostrara diferente a como me muestro en terapia, pero se me despertaban viejos temores. Afortunadamente, he podido dejar esos viejos temores en la botellita, y ponerme delante de mí mismo. Y me ha servido, en definitiva, para conquistar un espacio más para "ser", en mi vida, y confío que tambień en la tuya, lectora!








Carta de un cliente a su terapeuta




Una explicación

A riesgo de resultar chocante, pienso que escribir sobre las inquietudes, las frustraciones y esperanzas que imagino "al otro lado del espejo" puede ser un ejercicio saludable y clarificante para ambas partes. Es, realmente, una aplicación escrita de la conocida técnica del "hot seat", o silla caliente, en la cual la persona que pretende explorar su realidad (cliente o paciente) pone una instancia no-yo en la silla (por ejemplo, un pariente, un dolor de cabeza, un tic nervioso, una obsesión, un fragmento de un sueño), y dialoga con ella.
El objetivo es saltar la barrera de la propia identidad, para acceder a experiencias, conocimientos y puntos de vista enriquecedores. La presuposición de este trabajo es que tenemos acceso a mucha más información de lo que nuestra rutina mental nos permite imaginar.
Otro propósito de este ejercicio es vernos reflejados en la fantasía de otro: el contraste entre como creo que me ven los otros, y cómo me explican los otros que me ven a mí, puede ser sorprendente, y espantar de un plumazo un montón de ideas deformantes y punitivas.
Y si, en fin, puedo escribir esto es porque yo también he sido (y sigo siendo) un paciente de otr@s, y un constante aprendiz, con curiosidad y humildad.


Querido terapeuta...
"Me ha costado mucho ponerme en contacto contigo. De hecho, si no fuese porque los síntomas no me dejaban hacer una vida normal, no te hubiese llamado nunca. Me mina la autoestima no tener el autodominio suficiente para dejar de hacer lo que hago, me avergüenza ser vencido por una fuerza incontrolada en mí. Si por lo menos pudiese aparentar normalidad ante los demás, quizá todo estaría bien.
Después, no sé quién eres en realidad. Ahora que te he conocido, pareces una persona afable y comprensiva. Incluso pareces capaz. Pero es que tú no me conoces, la naturaleza de mi sufrimiento no es como la de otras personas: yo soy especialmente malformada, especialmente culposa, especialmente, un caso perdido.
Me da miedo que, o bien no seas capaz de ayudarme o bien, mi mal sea incurable. Me da miedo enfrentar este diagnóstico final. Me da miedo confiarme y que me dejes caer. Me da miedo que seas uno más de los que se han acercado a mí para, al final, acusarme de no querer cambiar y abandonarme por imposible.
Pensando todo esto, imagina qué ingente acumulación de coraje he tenido que hacer para dar este paso.


Porque yo, a pesar de lo que diga o haga, soy una persona muy delicada y vulnerable. Tengo, presentes o soterradas, unas fantasías de grandiosidad que no te confesaré, ya se han reído bastante de mí. Además, tampoco me han aportado gran cosa. Espero que tú me enseñes otra manera, diferente del desprecio y de la grandiosidad.
Tienes una pinta rara, no sé dónde encajarte en el tipo de personas que conozco, y a veces no sé cómo tomar tus bromas. A veces me caes bien, a veces me irritas. No me falles. En principio venía aquí a extirpar una parte fea de mí, para funcionar bien, como todo el mundo, para seguir adelante con paso ligero, triunfando en la vida, sin girarme a ver de dónde vienen los gemidos espeluznantes que salen de mi oscuridad. Y tú me dices que no huya, que vayamos justo allí, sin linterna ni quinqué, solo abriendo mucho los ojos y acostumbrándolos a las tinieblas.
Si sigo viniendo es porque, como un sabor nuevo y sorprendente, en algún momento de la terapia me ha pasmado una sensación fugaz; fugaz, pero suficiente para volver a sentir la sed de vivir, tanto tiempo rendida a un gris simulacro.
Lo que he sentido es la esperanza de ser, de por fin ser sin compresión, sin porqués, sin excusas ni ornamentos, ser, ser yo misma.
Y ahora que lo pienso, quizá sea esa sed la que me ha traído aquí.
Gracias por acompañarme en esta empresa. Tengo la sensación de que juntos venceremos!"


Epílogo
Insisto, por si alguien se ve particularmente reflejado, en que me he basado principalmente en mi experiencia como paciente/cliente de terapia. Si todas las personas nos podemos sentir reflejadas en esta carta, habrá que concluir que estamos ante una pandemia, y si esto es así, necesariamente nuestras formas habituales de relacionarnos, nuestros valores sociales, nuestra cultura, vaya, debe ser cómplice en la transmisión de los gérmenes. A mi modo de ver, hacer terapia es una forma de cambiar la sociedad hacia una cultura más respetuosa, más viva y auténtica.
Porque cuando obramos de corazón, siendo nosotros mismos a pesar de los condicionantes externos, no importa lo que nos digan: hemos dejado una pequeña semilla de luz en el alma de las demás.

martes, 3 de enero de 2012

¿Qué tengo de bueno que todavía no sé?


El propósito de este post es explorar dónde, porqué y cómo escondemos nuestras cualidades y talentos.
Evidentemente, una simple aproximación intelectual a lo que pasa en nuestro interior difícilmente pasará de ser un pergeño rudimentario y sobresimplificado. Su utilidad yace en que puede crear una matriz en nosotros que nos disponga a vivir futuras situaciones desde una actitud diferente, que nos brinde experiencias genuinamente nuevas.

Un temor frecuente...
Un recelo muy extendido respecto a la terapia suele ser el miedo a lo que llevamos dentro, al sótano tenebroso: ¿Qué podrá salir de allí? ¿Qué experiencias penosas tendré que ver? ¿Perderé la cordura? ¿Me transformaré de forma irreversible en alguien que no quiero ser? ¿Podré manejar lo que salga, o me veré arrasado por fuerzas incontrolables? ¿Podré soportar la abrumadora vergüenza de que las demás personas me vean como sospecho que soy? ¿O me marcará de por vida?


...y razonable.
Estos miedos no dejan de tener cierta justificación. Como explica en un ejemplo el constructivista Paul Watzlawick, en su libro El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido (Herder,1995): Un capitán tiene que guiar su barco por una peligrosa zona de arrecifes, en una noche oscura de tempestad. Guiado por la intuición, realiza una determinada ruta, conteniendo el aliento. Pueden pasar dos cosas: Que choque el casco con las rocas, y en los últimos momentos de su vida el capitán se dé cuenta de que había errado el rumbo, o, que pase indemne, confirmando sólo que la ruta que ha hecho era válida: es decir, que no sabrá si habían otras rutas más cortas, o más seguras. Sólo sabrá que la que ha hecho le ha servido, nada más.
De la misma manera, todas tenemos un guardián celoso de los contenidos de la mente, llamémosle "instinto de supervivencia", o "parte conservadora", que vuelve cierto el aforismo castellano que dice "más vale malo conocido que bueno por conocer". Al fin y al cabo, (piensa nuestra parte más primitiva), como he vivido hasta ahora me ha hecho llegar vivo y relativamente entero al momento presente, no merece la pena el riesgo. Es un razonamiento que no necesariamente hacemos consciente. Nuestra mente consciente se queja, "debo ser idiota: ¿Porqué no le puedo decir a mi amiga lo que me molesta? ¿Porqué sigo siendo tan... (rellena con lo primero que te venga a la cabeza)?¿Porqué no me comporto como quiero?". En cambio, nuestra parte conservadora, forjada cuidadosamente a través de millones de generaciones, sólo sabe la verdad del capitán: lo seguro es lo que conozco. Cada acto que he hecho, cada momento, converge en sus consecuencias en quien soy ahora, como la cúspide de una pirámide. "Si...", si de pequeña hubiese sido más valiente... quizá hubiese caído por un barranco. Si hubiese nacido en otro sitio, podría haber sufrido un accidente de tráfico, o una enfermedad exótica. Si no me hubiese deprimido, puede que me hubiese ofuscado un entusiasmo irracional y hubiese sido excluido de la sociedad.
Así, frente a la exigencia del tiempo de adaptarse y cambiar, tratamos de resistirnos manteniendo el orden conocido.


Como pasa en las sociedades, los individuos entregamos más poder a la parte conservadora cuanto más miedo tenemos, cuanto menos creemos en nosotros mismos y en nuestro potencial creador, cuando renunciamos a realizarnos y nos conformamos con sobrevivir (por cierto, que vi recientemente "Pleasantville", de nuevo, y explica todo esto en forma de una fábula muy fresca y estimulante).


La contraparte creativa
Hasta aquí, explicamos algunas de las razones de peso que tiene nuestra mente para no afrontar los cambios. Si comprendemos su (nuestra) necesidad, estaremos en mejores condiciones de satisfacerla de forma armoniosa con nuestros intereses.

Antes hemos comparado nuestra vida como el punto de convergencia de todos los hechos pasados. Ésta es una forma de vernos. Hace énfasis en el pasado, y en cómo éste nos determina. Otras perspectivas podrían ser, por ejemplo: identificarnos con un barco que va dejando una estela, cada vez más ancha. O como la parte frontal de un cometa, al rojo por la fricción: en estas otras metáforas, ponemos el énfasis entre nuestro presente y nuestro futuro, en esa parte aparentemente pequeña, pero irreductible, que es nuestro libre albedrío.
Y es en esta parte pequeñita donde encontramos nuestra identidad real, lo que somos, y lo que esperamos llegar a ser. Como un manantial de agua pura, este núcleo creativo es perpetuamente inocente, expansivo, luminoso. De la fértil cópula de esta luz creativa con los cristales coloreados de nuestro pasado, con las demás, con las realidades del mundo, surgen formas nuevas, genuinamente nuestras, de hacer y de estar en el mundo.


Una dualidad dentro de otra
Naturalmente, cuanto más cerca estemos de esta naturaleza, más auténtica es nuestra expresión, más brillante es su fruto. Picasso decía, "me costó cuatro años pintar como Rafael, pero me ha costado toda la vida llegar a pintar como un niño". Hay una parte activa, creadora, y también una parte contemplativa.: Apreciamos las expresiones musicales, literarias, artísticas... que consiguen embargarnos, superar a fuerza de gravedad de nuestros condicionantes y llevarnos más cerca de las emociones puras, de nuestro centro. Una y otra, creativa y contemplativa, se realimentan mútuamente: Una persona que toque el violín apreciará sutilezas en un concierto que otras personas no podremos. Alguien que haga surf vibrará con el esfuerzo y el coraje cuando vea la actuación maestra de un colega.
Al revés, contemplar obras bellas o éticas nos muestran territorios desconocidos de nuestra propia alma, inspirándonos a crear obras o actos de tal altura.
El camino que propone la terapia se puede describir en estos términos: desde nuestro centro contemplativo, observamos lo que está pasando ahora. Mientras estamos aquí, nos sentiremos seguros.El can Cerbero de nuestra conservación se mantendrá, si no dormido, amansado, y podremos ampliar los reinos de nuestra conciencia.
Desde nuestro centro activo o creativo, podremos interpretar , en el sentido actoral, estos nuevos espacios, darles forma real en el mundo, y forjar un vida nuestra, bonita y genuina.



Un caso de ejemplo
Juan (nombre ficticio) tenía sensaciones abrumadoras e incapacitantes. A través de una fantasía guiada, lo invité a tomar contacto con las fuerzas que lo asediaban. Una serie de contracciones musculares revelaban un profundo proceso interno.
- Si atiendes, en vez de huir, ¿Qué hay ahí?
Con la cara relajada y una expresión de placer, dijo Juan:
- Oooh, sí, sí. Ahora siento una fuerza en mí que no sentía desde pequeño. Es blanca y me recorre el cuerpo.
Le sugiero:
- ¿Quieres levantarte, pasearte, probarte esta nueva manera de ser, de estar en el mundo, como quien se prueba un vestido?
Así lo hizo. Sus pasos, su voz, su mirada, incorporaban ahora una fuerza, un talento, oculto hasta ese momento. La vida de Juan se volvió un poco más auténtica, más fuerte, más rica.