viernes, 30 de marzo de 2012

¿A dónde vamos?

Una pregunta sustanciosa...
Empezando el grupo, una pareja conversa animadamente.

Propongo trabajar, sobre lo que hablan, o sobre otra cosa. Me refiero al 'trabajo' vivencial, en el que están implicadas las palabras, pero también el instinto, la intuición, las emociones, las vísceras...
Sergio (nombre figurado) se gira y me pide:
- No nos podrías hacer una explicación teórica de cómo es la filosofía de lo que estamos haciendo, de cómo vivir?
Entiendo que busca aclarar una confusión, también, (fantaseo), conjurar un vértigo a dejarse llevar a a-saber-qué experiencia.
Me gusta mucho una cita de San Juan de la Cruz: 'Para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe'. Sin pretender que tengan fe en mí, sino en sí mismos, propongo una actividad destinada a tomar conciencia de cómo en cada acto que hago está involucrada, significada, toda mi existencia. Es aparentemente sencillo: consiste en tomar conciencia de cada acto que hago, y verbalizarlo a un/a compañero/a, añadiendo al final de cada frase: "... y ésta es mi existencia".
Al acabar el ejercicio, no se han respondido preguntas, ni siquiera aciertan a describir la experiencia consistentemente con palabras y argumentos, pero afirman haber tenido una experiencia significativa.

... Y un intento de respuesta
En realidad, antes de proponer el ejercicio, apunté que no podía dar una única respuesta: realmente, en estos tiempos multiculturales y sobreinformados, lo que más podemos hacer es entresacar aquellas tendencias, enseñanzas, prácticas, que apuntan a una instancia superior, sólo definida por una intuición de 'quién-puedo-llegar-a-ser'.
Así como el nativo de la selva se guía por una atención sublime para distinguir lo que asegure su supervivencia, los nativos de la curiosa época que nos ha tocado vivir tenemos que ir también a la 'caza' de aquello que nos hace bien, y evitar lo que nos hace mal. En nuestro caso, irónicamente, nos hace falta conseguir lo que muchos pueblos primitivos ya tienen: una integración social armónica, una verdadera vida emocional, una conexión pura con el medio y el universo.
Ahora bien, como no hay sitio para todos en la selva, y probablemente duraríamos medio telediario, queremos conseguir un estado parecido pero con nuestra identidad social e individual, y todas las complejidades que esto comporta.
Lo podemos condensar así: Ser lo que somos, auténticamente, plenamente, integradamente.

Tres elementos
Si estamos de acuerdo con el objetivo (definido en términos amplios, con los que cualquiera pueda sentirse cómodo/a), ahora nos queda ver qué nos puede llevar allí.
Un aforismo aparentemente contrario al de más arriba, que a mí me parece complementario, es el sufí que dice, 'Oh peregrino! Si no sabes dónde estás, ni hacia dónde vas, es probable que nunca llegues allí'.
Tres aspectos que nos pueden ayudar:

- Tomar contacto con las cualidades encomiadas por la 'filosofía perenne' (es decir, la sabiduría espiritual común a muchos pueblos, épocas y culturas). Son sencillas de encontrar y difíciles de aplicar: Verdad, Nobleza, Armonía, Coraje, Generosidad, Humildad, Alegría, Altruísmo, Ecuanimidad, Amor... A poco que reflexionemos, se justifican ellas mismas.
Sonará a 'cura-anti-relativista', pero hay que reconocer que en esta época, y en esta sociedad (la valenciana), entre tanto feísmo y celebración de la mediocridad como medida de todas las cosas, vendría bien un poco de idealismo, de reinventar una cultura popular más sintonizada con inquietudes éticas y estéticas...

- Y sobre este contacto con las cualidades, asumir un trabajo personal de auto-cultivo, y cultivo con otros. Cultivo, cultura: poner los medios para que una tierra, una persona, dé frutos, se vuelva fértil. Regar, abonar, labrar, sembrar, escardar. En el caso de las personas, aprender, reconocer los errores, practicar nuevas maneras de hacer, diseñar metas y estilos de vida de acuerdo con los ideales y criterios de cada cual...

- Una forma estupenda de cultivo personal son las técnicas gestálticas de contactar con el presente, con mi realidad, silenciando por unos momentos la 'Mental FM', son lo que me puede conectar a lo más importante: a quien soy en realidad, y lo que estoy siendo en cada momento.
Cuando buscamos ver claramente nuestro interior, la mente no hace sino tergiversar nuestra realidad, tratando de evitarnos aquellas partes de la experiencia que nos resultan conflictivas, por el motivo que sea, pero que acostumbran a ser donde residen las soluciones que no encontraba: Por ejemplo, una persona se siente insegura y confusa, y al mismo tiempo evita cuidadosamente agredir: en ello reside su fuerza, su claridad. Otra, evita la ternura y el compromiso, mientras se queja de soledad y falta de vitalidad: lo mismo. Por esto, el diseño de los ejercicios gestálticos incluye inhibir las 'fugas de atención' que esquivan partes de la experiencia: las manipulaciones (seducir, aplacar, intimidar, dar lástima...), las elucubraciones alejadas de la experiencia, hablar 'acerca de' (en palabras de Perls, 'sobreísmo' -aboutism), hablar de lo que 'debería' ('debeísmo' - shouldism)... En definitiva, dar generosamente nuestra atención a la experiencia, tanto si nos parece 'agradable' como 'desagradable', 'bonita' como 'fea', 'buena' como 'mala'... Y así, estar más en contacto con lo que se es ('esismo', -isism).

Y una reflexión

He sido un hombre que busca, y aún lo sigo siendo, pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que empiezo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre.

Herman Hesse

martes, 13 de marzo de 2012

Ser o ser muchos: ésa es la cuestión

La realidad de quien soy
Yo soy yo.
Claramente, soy una entidad diferente de mi entorno. Yo era yo, hace veinte o sesenta años. Yo seré yo, dentro de veinte o sesenta años. ¿Y cómo sé que soy yo? Pues porque estoy en el centro de un contínuo de experiencias: yo me lavo los dientes, yo veo el cielo, o una peli, yo me emociono con un paisaje, una discusión o una sinfonía. Cada uno de nosotros percibimos la realidad de una manera específica, propia. Mi manera específica... al menos, hasta el momento siguiente: Lo que me transmiten los sentidos y mi reacción emocional y mis actos cuando veo un pastel son diferentes, si tengo hambre o si no, o si termino de leer un libro sobre los efectos del azúcar en la salud.

Mi percepción de las personas cambia según el humor del día, de la hora o de la edad. Las diferentes situaciones sociales también me hacen actuar de una forma o de otra: en el médico, me siento muy formalito, en el cine me espatarro, cuando recibo una visita, estoy de pie. En privado hablo desinhibidamente, delante de un público, me salen gallitos y sudo.

Y a pesar de esta polícroma e infinita variedad de experiencias que me atraviesan constantemente, transformándome, no tengo ninguna duda de que en el centro de todas ellas hay un 'Yo' pretendidamente libre y soberano, con una personalidad fija, que difícilmente cambia a través del tiempo. Es más, me veo como una consecuencia natural de como era de pequeño, versión corregida y aumentada.

¿En qué quedamos? ¿Tengo una personalidad en la que afianzar mi identidad, o soy un manojo de tendencias pasajeras?

Dos visiones complementarias
El Buda Sakyamuni comparaba los fenómenos del ego con el tronco de un banano: por mucho que peles, nunca llegas a una madera sólida. 'Todo es impermanente, excepto la impermanencia(anikka).'

Actualmente, el socioconstructivismo se abre paso académicamente e ideas impensables hace un tiempo comienzan a calar entre nosotras/os: no somos un 'yo', sino muchos: el contexto social nos construye, y somos diferentes en cada situación, como he comentado más arriba; más, cuanta más tecnología de comunicación utilizamos: así, no soy el mismo hablando por teléfono con mi madre que cuando la tengo delante, ni el mismo en la cola del autobús, que en un chat, también cambio de estar viendo una peli de aventuras, a estar de cumpleaños con compañeras/os de trabajo.

Por otro lado, es evidente que todos/as tenemos unos rasgos de carácter relativamente estables, que podemos reconocer en nosotras/os y en las demás personas. Hilando más fino, cuando atendemos bien cómo es la otra persona, podemos ver ciertas cualidades que parecen venir de antiguo, de una instancia más arcana que el propio individuo; puede ser genético, puede ser kármico, puede que tribal: la forma de mirar, la energía que deja una persona en una habitación, una forma característica de moverse, de modular la voz. O puede ser, una pasión inusitadamente profunda por las aves, por el mar, por la historia...: adivinamos fuerzas que guían al sujeto, como el viento a las nubes.

La psicología budista nos habla de los vasana: las impresiones o resíduos kármicos arraigados, huellas antiguas, muy difíciles de trascender. Una anécdota habla de un discípulo del Buda, ya muy evolucionado, el cual, durante los paseos con el Maestro, tenía por costumbre abrazar árboles.
La tradición explica que esta tendencia le venía por antiguas encarnaciones como mono, cuando vivía de rama en rama.

Se esté o no de acuerdo con estas suposiciones, la idea de vasana da una idea de la profundidad de nuestra naturaleza individual. Puede parecer opuesta a la 'construcción social'. Pero si las ponemos juntas creativamente, nos evoca la idea de que diferentes tendencias de nuestro 'yo' individual tienen distintos grados de arraigo: desde el puramente circunstancial, y desligado de la voluntad individual (como las personas que forzadamente levantaban la mano en las marchas fascistas); hasta el otro extremo: otras que tienen un sabor fósil, arcaico (como cuando alguien se pone 'hecho una fiera', o cuando una música exótica nos despierta una indescriptible añoranza). Enmedio, un gran abanico de reacciones y tendencias que consideramos 'Yo soy'.


Natación posmoderna...
Hoy el socioconstructivismo habla de la 'saturación del yo': un momento histórico en el que la identidad individual, tal como la concebimos desde el Renacimiento, está saturada, por obra y gracia de la cultura y las tecnologías de comunicación: pronto llegará un momento en el que no nos cabrán más identidades dentro del mismo cuerpo.
¿Será que rebosaremos como un vaso lleno, en otras formas de organización de la conciencia diferentes del 'yo'?
¿Aprenderemos a nadar en una existencia en la que la más importante referencia no sea 'San Yo'?
De momento, nos hace falta volvernos conscientes, asimilar, las diferentes identidades que llevamos encima, o dentro; y para hacer eso nos hace falta un 'puerto franco', un espacio compatible con todas, y que facilite la comunicación y la cooperación entre ellas.
Curiosamente, recuerda mucho a una democracia (a una de verdad, se entiende).

K. Gergen, autor de 'El yo saturado', señala que el centro integrador debería ser un espacio calmo, 'insípido'(sic), plano. Indica como referente la cultura de la obediencia de los chinos, por la arraigada filosofía de Confucio. Como yo lo entiendo, una plaza, un centro que se deje pisar, invadir, para que las diferentes tendencias encuentren la ocasión de expresarse bajo el foco de la conciencia, y esa parte de nosotros/as pueda ser redimida, liberada de las cadenas del automatismo compulsivo y destructor.

... y caminares antiguos
Así, cobran sentido los valores tradicionales de humildad, obediencia y conformidad, como elementos que facilitan la integración interior, la trascendencia de las polaridades y alienaciones. ¿Entonces, deberíamos volver al 'Sí Don Mariano por la G. de Dios, a sus pies' para encontrarnos a nosotros mismos/as?

Los desastrosos resultados de la obediencia y la conformidad lo son por dos razones: una, que en la concepción tradicional, lo que era un ideal de conducta degenera, por medio de una pedagogía deficiente, en un 'Deberías' que no tiene en cuenta a la persona real, y por tanto, es alienante en vez de liberador: en vez de conformarse con la propia naturaleza, y con una disciplina razonable de convivencia, el modelo autoritario enseña, con coacción, a conformarse, como plastilina apretada, a un molde social incuestionado. En vez de obedecer los dictados del propio Organismo, de crear, de jugar, de aprender, de relacionarme; u obedecer sólo a quien y cuando la razón lo aconseja; el modelo autoritario enseña a obedecer a otros usurpando el entendimiento, el propio criterio.

Y segunda razón, porque estos valores se han hecho converger en autoridades personificadas, en élites ávidas de poder, en vez de destinarse a honrar al propio Ser no-egoico, y a la Comunidad, la identidad colectiva y no excluyente, que es la que puede merecer esta rendición personal de servicio. Ejemplos prácticos de esta actitud los vemos en los líderes idealizados por el cine, como los papeles de Russell Crowe (Gladiator, Master and Commander, Robin Hood), Cate Blanchett (Elizabeth de Inglaterra, Galadriel) o la sacrificada Juana de Arco que interpreta Milla Jovovich. Son personajes que no quieren el poder personal sino para servir a su propio destino y el de su comunidad. La biografía de muchos otros personajes reales y de ficción exaltan estas cualidades en actos que contraponen una razón vital a la razón pragmática y acrítica de su entorno, a la vez que se prostran al bien supremo, propio y colectivo.

Pero no hace falta ser un líder formal, ni irnos tan lejos: cada día, muchas personas están dando humildad, obediencia y conformidad con las necesidades reales de la sociedad, manifestándose, oponiéndose a los recortes en educación, a las garras del capitalismo salvaje. Y cuando lo hacen sin odio, sin personalismos, con entrega sincera al bien común, su personalidad adquiere para las otras una nobleza, una sutil pátina iridiscente que inspira reverencia y amor.


Pero... ¿Hay tierra firme?
No sirven los valores prêt-à-porter para integrar la personalidad, si no es teniendo un contacto exquisito con el propio proceso, o el de otros, si somos educadoras/es o terapeutas. Un mapa no sirve de nada si no sé dónde situarme en él, ahora. Un proceso gestáltico lo puede ilustrar (el diálogo está reconstruido aproximadamente):

Toni (nombre figurado) ha hecho, como las compañeras y compañeros del grupo, una 'fantasía dirigida', un tipo de ejercicio gestáltico. Durante el ejercicio, se identifica con dos elementos que le han llamado la atención, por su carácter intenso y opuesto; un tronco y un arroyo.
Propongo explorar esta dualidad: siéntate aquí y sé el arroyo, habla como arroyo:


"- Yo soy fuerte, energético, vital, no veo a los lados, pero no me hace falta, yo voy adelante, adelante.
- ¿Cómo ves al tronco?
- Buá, es horroroso. Está allí, dejado caer, pudriéndose sin hacer nada.
- Díselo a él.
- Eres un muermo, tronco. Te quiero fuera de mi vida. Eres horroroso. No haces nada, y estás allí tumbado, viéndolas caer. Me pones de los nervios.
- ¿Quieres ponerte en el lugar del tronco para explorar lo que se siente aquí?(accede)
- ... Tiene razón. Soy un muermo, estoy apoltronado y no hago nada. Pero... yo veo a los lados. Yo puedo descansar y darte fuerzas. Yo soy sólido. (Se gira hacia mí con gesto extrañado y dice:) Parece como que ahora los entiendo a los dos. No entiendo cómo lo entiendo, pero lo estoy viendo distinto..."

Acabamos con una gran mística, la piel de la cual ha sido frecuentemente utilizada por los lobos autoritarios (y por cierto, que la interpretación de Paz Vega en la película de Ray Loriga se puede añadir con mérito a la lista de arriba).


Nada te turbe


Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.




Santa Teresa de Ávila
(1515-1582)

viernes, 2 de marzo de 2012

Causas y efectos

Una habilidad muy vital
A la vera de una acequia hay un petirrojo, que ojea insistentemente su entorno. Necesita saber qué es cada cosa que ve:.
¡Un gusano! Ah, me acerco porque me causará nutrición. ¡Otro petirrojo macho! Voy y me pego con él, porque si lo dejo me causará la pérdida de mi territorio, y eso me causará menores probabilidades de reproducción. ¡Un gato! Me largo, o me causará la muerte.

Establecer relaciones causa-efecto es una habilidad imprescindible para manejar la realidad. Desde muy pequeños, nos esforzamos por comprender la mecánica causal de la realidad que nos rodea: un llanto causará que me atiendan; un golpe fuerte causará que se rompa el cristal; estudiar causará la aprobación de los adultos; pegarle a Juanito causará problemas.



Dibujamos una miríada de líneas
que van del pasado al presente, y del presente al futuro: son las puntadas con las que bordamos nuestro modelo de realidad.
Este complejo diseño nos permite ser eficaces y también, calmar parcialmente la ansiedad de no controlar, el terror de vivir en una realidad que sobrepasa con mucho nuestra comprensión y capacidad de previsión.
Puede que por eso abusamos tanto de este mecanismo.

"¿Para qué?" en lugar de "¿Por qué?"
Tomàs (nombre ficticio) vino con gran ansiedad a la consulta. Un cúmulo de circunstancias nefastas ha exacerbado un estado de desasosiego, en el que resulta muy difícil pensar con claridad. La menor de estas circunstancias no ha sido una ruptura inesperada y traumática.

"- Yo necesito entender por qué, ¿Por qué esta persona ha actuado tan mal conmigo? ¿Por qué se comporta así? ¿Por qué no me he dado cuenta antes? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? ¿Por qué?
Mediante la conversación, vamos probando a substituir las preguntas "¿Por qué?" por preguntas "¿Para qué?". Así vamos progresivamente descubriendo otra forma de ver las cosas (un mapa), más funcional.
La siguiente vez que nos vemos, Tomás afirma estar comprendiendo mejor la situación, haber reducido substancialmente sus pensamientos obsesivos, y afirma: "Lo que más me está ayudando es hacerme la pregunta del "¿Para qué?".

Y, ¿Por qué nos dá más información el "¿Para qué?" que el "¿Por qué?"?
El segundo indica una causalidad, que tendemos a creer única, y acostumbra a degenerar en una racionalización improductiva. Por ejemplo, "¿Por qué estás leyendo esto?": Una posible respuesta es "Porque me gusta". Pero también serían porqués válidos: "Porque aprendí a leer en la escuela", "Porque tengo un móvil de última generación", "Porque estamos en una democracia", "Porque se extinguieron los dinosaurios y empezó la supremacía de los mamíferos". En el Porque caben cómodamente deseos, justificaciones, y cualquier relación arbitraria entre hechos pasados.


¿Por qué eres así? "Porque me ridiculizaban en la escuela"; "Porque mis genes lo determinan"; "Porque me enseñaron a valerme por mí misma"...
Todas las respuestas son muy sesgadas, excepto "Porque todas las experiencias que he vivido, y que han existido antes de mí, grandes y pequeñas, me han conducido al ser que soy ahora".
Por el contrario, ¿Para qué? se centra en el propósito de la conducta, en la intención. Esto nos sitúa directamente en un plano más concreto, y cuando me refiero a mí mismo, a tomar contacto con mis necesidades, y así, poderlas satisfacer mejor. Por ejemplo, si me pregunto, "¿Por qué fumo?", mi "secretario interior", o inconsciente, puede que me responda: "Porque estás idiota".

Preguntas pobres, respuestas pobres.

En cambio, si me pregunto, "¿Para qué fumo?", dirijo la atención a la necesidad que trato de llenar con el tabaco: de calma, de comer, de integración social, de hacer algo. Si me hago más consciente de qué necesito realmente, puedo escoger otros caminos, si tengo hambre, comer, si quiero sentirme cerca de alguien, hablarle, etcétera.

Y si me pregunto ¿Para qué? respecto a otras personas, puede que vea con más profundidad su búsqueda, y me incline más a sentir compasión o a ayudar, o a alejarme con respeto. En cualquier caso, tendré un 'mapa' más nítido de la realidad interna del otro.
Por fin, si el ¿Por qué? nos sitúa en ver la consecuencia actual de una causa pasada, dejándonos justificados pero impotentes; el ¿Para qué? nos pone en la rampa de lanzamiento de nuestra propia vida. Incómodo a veces, valioso siempre, situarnos como causa de nuestra vida y no como efecto es lo que nos da la oportunidad de vivir de verdad.
Es lo que conocemos como "responsabilidad": obrar sabiendo que de mis actos dependen los resultados.

Responsabilidades, causas y autoestima
La responsabilidad es un concepto muy apreciado, sólo que cada cual lo entiende 'según le va en la feria'.
Una persona se puede considerar muy responsable si cumple con sus obligaciones sociales, con su trabajo y con el ejercicio del voto. En cambio, considera que tiene 'mala suerte' en el amor, tiene cegada su necesidad de alimentos saludables, y desprecia su hambre de comprensiones metafísicas.
Otra persona produce excelentes resultados en las relaciones de amistad, y con lo que tiene que ver con la familia y los compañeros de trabajo, y considera que la 'mala suerte' ensombrece su gestión del dinero, o de definir una carrera profesional, y puede ignorar todo acto de responsabilidad ciudadana, incluso en temas que le tocan de cerca (un basurero cerca de casa, o reducciones de sueldo, por ejemplo).

Nathaniel Branden, el conocido experto en autoestima, señala que la percepción de uno mismo como causa (responsable) en un área concreta de su vida, coincide con el grado de autoestima que ha conseguido mantener en ella. Por ejemplo, si los mensajes que he recibido desde pequeño/a me han convencido de que era poco inteligente, tenderé a no sentirme capaz de causar cambios en esa área, y no me sentiré responsable de lo que circula entre mis orejas.
Si he creído que era un crack de la mecánica, sentiré naturalmente que resolver problemas mecánicos, pedir piezas, investigar nuevos diseños, calcular fricciones y cargas... va conmigo, incluso cuando eso sea difícil.
Si las experiencias frustrantes me llevaron a concluir que no soy digna/o de amor (baja autoestima), tenderé a poner la responsabilidad de lo que me pase en las relaciones en los/las otros/as, o en la genética, o en la sociedad patriarcal-capitalista, o en un mal de ojo.

La lluvia causa que crezca la hierba.
El matrimonio Andreas, desarrolladores de técnicas de PNL, exploraron cómo nos hacemos una idea visual de las causas y los efectos: ¿Cómo imagino la relación causal entre la frase de arriba, entre la lluvia y la hierba? ...Puede que imagine una película corta, en la que después de una cosa viene la otra. O una flecha en un diagrama. O quizá, de otra manera.


Si quieres hacer la experiencia y observar cómo te representas la causalidad, aquí tienes unas frases de ejemplo:
- La mala alimentación causa obesidad.
- Las experiencias de éxito causan autoconfianza.
- El vino junto con el calor, causan sueño.
- Los gestos bruscos causan que se vayan las aves.


Y ahora nos podemos representar mentalmente otras, a ver cómo nos vienen:
- Mis atenciones causan belleza en las plantas de casa.
- Mi trabajo causa beneficios para mí y para otras.
- Elegir lo que como causa mi estado de salud.
- Comunicarme con franqueza causa relaciones satisfactorias.
- Adquirir conocimientos me causa una visión de la vida más rica.
- Resolver diligentemente los asuntos me causa tiempo libre.
- Yo he sido la causa de mi vida presente, y soy la causa de mi vida futura.


Y para terminar, un chiste

Dos amigas:

- Yo antes creía que si pasaban dos cosas correlativas, había una relación causa-efecto. Pero dí clases de estadística, y ya no hago esa suposición.

- Ah, qué guay! O sea, que te sirvieron las clases?

- Mmm... Puede ser.